La crisis silenciosa en las Américas: salud mental y desarrollo

La era post-pandemia cambió por completo las dinámicas labores y de relacionamiento en el interior de la sociedad, poniendo en evidencia  las afecciones mentales que permanecían ocultas y subestimadas. Por ello, la salud mental era sistemáticamente excluida de las estrategias de desarrollo y de la agenda pública, pese a su impacto en la productividad de los países y en el desarrollo humano de sus habitantes.

La salud mental es una crisis silenciosa  que ha venido generando un ruido sociopolítico en diferentes actores, a fin de responder estratégicamente a los desafíos y darle oxígeno a una región que se ahoga en el lenguaje de la indiferencia y las inequidades.

Elaboración propia

Diagnóstico situacional de América Latina y el Caribe.

La salud mental en los países de la región presentan grandes retos en cuanto a la inversión en iniciativas de promoción y prevención que permitan el posicionamiento  de la salud mental como eje prioritario en la gestión institucional. Cabe aludir que, la conflictividades sociales y los factores conexos a este, consumen la mayor parte del gasto  público en los países latinoamericanos, generando un desfinanciamiento significativo en la atención en salud mental. Según el Banco Mundial, “los países dedican menos del 2 % de sus presupuestos sanitarios a la salud mental, y la pérdida de productividad debido a afecciones mentales equivale a USD 1 billón en pérdidas anuales”, dando lugar a consecuencias económicas que agudiza el tejido empresarial.

Los altos índices de pobreza, la incertidumbre laboral, los problemas de seguridad pública y la inestabilidad política en el interior de algunos países, se convierten en factores de riesgos estructurales que dan lugar a un callejón sin salida emocional para muchos ciudadanos. El panorama regional se vuelve más desalentador cuando se observa la escasez de recursos familiares, sociales y comunitarios, porque aperturan contextos en donde el bienestar y la consolidación de  proyectos de vida son difíciles de materializar. En ese sentido, el binomio salud mental y desarrollo son determinantes para el avance productivo de los países, pero sobre todo para la humanización del bienestar de sus habitantes. 

El desarrollo depende demasiado del bienestar emocional de la fuerza laboral. En las Américas por ejemplo, predominan las afecciones mentales de carácter emocional y conductual. Como muestra de ello,  La Organización Panamericana de la Salud ha mencionado que, “la depresión, la ansiedad y los trastornos del dolor son las tres enfermedades mas comunes en América Latina y el Caribe”, las cuales producen cargas emocionales e implicaciones significativas en las condiciones de vida.

Dia tras día, la salud mental va saliendo del anonimato por el que estuvo durante décadas. No obstante, los prejuicios, la discriminación y la exclusión aún son parte de la cotidianidad de sectores civiles y productivos. Algunas empresas subestiman la autonomía y las capacidades de personas con problemas mentales, incurriendo en la violación de sus derecho humanos fundamentales. El desconocimiento crea diferencias y produce una pérdida de valor económico y social en el interior de los países.

Iniciativas de prevención y mitigación

Considerando las consecuencias económicas y el incremento en las tasas de suicidios, en las Américas, los países buscar responder efectivamente a los desafíos que demanda esta situación. Por ende, en países como Colombia el Congreso de la Republica ha presentado un proyecto de ley denominado, “Colombia habla un nuevo lenguaje en salud mental”, a fin de deconstruir narrativas, garantizar el acceso igualitario a la atención en salud mental y el acompañamiento a cuidadores. En el caso de Perú, la perspectiva es más local, por el desarrollo de iniciativas de promoción de salud mental basada en comunidad. A su vez, Chile y Ecuador proyectan sus estrategias para la evaluación y reducción del estigma bajo un enfoque intercultural.

Prospectiva estratégica del panorama regional

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, “los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad psicosocial en el año 2030”. Sin duda, es un pronóstico que dará lugar a una realidad con consecuencias en la economía mundial. A su vez, habrá una disminución desproporcionada en los estándares de calidad de vida y fuertes impactos a nivel relacional. Además, se corre el riesgo de que los índices de suicidio aumenten considerablemente en la región, dado que las estadísticas han mostrado que desde el año 2019 las tasas de suicidio disminuyen en el mundo, pero aumentan en las Américas. La actual coyuntura sanitaria, obliga a los gobiernos a fortalecer las estrategias preventivas  y actuar ante los retos globales que se avecinan que pueden resultar amenazante para el desarrollo humano sostenible.